REALIZADO POR YUCELMY PRIMERA C.I 17642881
La función de los medios de
comunicación masiva puede analizarse con relación al papel que juegan para la
sociedad o se puede discutir sobre la influencia que juegan, o deben jugar
sobre ella y cuestionar la relevancia de su contenido, sea éste formativo,
educativo, informativo, noticioso, de entretenimiento o diversión.
Las reflexiones sobre los
medios de comunicación se centran tradicionalmente en la capacidad de las
instituciones mediáticas y de las tecnologías de comunicación de desempeñar un
papel en la democratización de las sociedades, en la creación de una esfera
pública a través de la cual las personas pudieran participar en asuntos
cívicos, en el realce de la identidad nacional y cultural, en la promoción de
la expresión y el diálogo creativos. Por ello, los debates sobre las diferentes
formas de censura y sobre la propiedad de los medios de comunicación siempre
han formado parte de las agendas de trabajo. El sentido de las preguntas que se
plantean las lógicas del mercado así como las estatales es más bien de cómo
constituir una vía para la publicidad, cómo generar beneficios financieros para
los accionistas y cómo servir como instrumentos de propaganda y ¬control
¬social y político.
En casi todos los contextos
nacionales, se considera necesaria cierta forma de intervención -o regulación-
gubernamental que permita a los medios de comunicación desempeñar uno u otro de
los roles antes mencionados. Tan pronto como la producción y distribución de
los medios requiera un mayor grado de organización y de recursos que los que
pueden proporcionar artistas o creadores individuales que trabajan en grupos
relativamente pequeños -es decir, tan pronto como los medios de comunicación se
industrialicen- normalmente el estado asume cierta forma de organización
estructural, ya sea directamente o a través de una autoridad a distancia. Esto
se puede hacer de varias maneras.
En el modelo de mercado
libre, el estado crea un ambiente en el cual las corporaciones de los medios de
comunicación gozan de plena libertad para operar comercialmente; el acceso al
mercado en algunos sectores tales como la difusión sigue estando controlado
fundamentalmente mediante la concesión de frecuencias de transmisión, mientras
que el área de la prensa escrita queda abierta a cualquier persona que disponga
de los recursos para poseer y operar un medio de comunicación. En el modelo
autoritario, los medios de comunicación se consideran una extensión de la
autoridad estatal. El modelo de servicio público pone énfasis en la creación de
servicios de radio y televisión al servicio público, en el financiamiento de
unos medios de comunicación no lucrativos basados en la comunidad y en varias
restricciones sobre la propiedad de los medios de comunicación comerciales
(limitando la cantidad de puntos de distribución que una firma particular
podría controlar o prohibiendo que los propietarios de dichos medios de
comunicación sean extranjeros). En realidad, en muchas sociedades, si no en la mayoría,
los medios de comunicación funcionan según un modelo mixto basado en una
combinación de dos o más de los antes mencionados. En la mayoría de los casos
existe una instancia reguladora que dicta y controla las reglas de
funcionamiento a nivel nacional.
En la actualidad, todo el
mundo reconoce que la lógica del mercado es la que predomina y la que impone
sus valores y sus condicionamientos sobre los modos de producción y de
distribución, lo que acarrea consecuencias mayores sobre los contenidos y la
naturaleza misma de la información. Ahora bien, aquí aparecen nuevos desafíos
mucho más complejos relacionados con la concentración de medios de
comunicación, la uniformización y la pobreza de los contenidos, el
desequilibrio de los flujos de información y la falta de diversidad cultural,
el papel regulador de los Estados en los planes nacionales e internacionales, y
la necesaria redefinición de un servicio público en términos de información.
Además de esto, la reciente
revolución digital viene a cuestionar a los medios de comunicación respecto a
su propia definición y redefine su papel en términos completamente inéditos
colocándolos en una “sociedad de la información” que se esfuerza por delimitar.
La relación entre los medios
de comunicación y la sociedad de la información plantea efectivamente un
desafío aparentemente paradójico. Por un lado, los medios de comunicación de
masa (prensa, radio, televisión) viven un proceso de concentración de la
propiedad y de integración horizontal y vertical de sonido, audio e imagen
gracias al advenimiento del soporte numérico. Por otro lado, Internet y el
soporte digital en general individualizan y democratizan el acceso a la
comunicación y a la interacción, permitiendo el desarrollo inédito de nuevos
medios alternativos o cooperativos que afectan al mismo tiempo a los medios
masivos tradicionales.
La relación entre los medios
de “comunicación” y la sociedad de la “información” aparece por tanto bajo la
forma de una disociación contradictoria que es difícil explicar sin considerar
la definición del proyecto de la sociedad de la información, el contexto en el
que evolucionan los actores que construyen la sociedad de la información y los
desafíos que plantean los avances tecnológicos.
Los nuevos medios de
comunicación. La apropiación por las comunidades y los ciudadanos
El impacto de los nuevos
medios de comunicación de la sociedad de los saberes y del conocimiento está
ligado a la posibilidad de una mayor apropiación de quien los usa, ya sea como
individuo o como una comunidad o grupo activo. A comienzos de los años 70 los
medios de comunicación masivos tradicionales ya habían entrado en crisis en la
medida en que la radio, la prensa y la televisión dejaban de lado a las
minorías y a los asuntos locales.
En ese contexto los cambios
tecnológicos favorecieron el desarrollo de proyectos colectivos de
comunicación. En los años 60 y 70, en todas las regiones del mundo, se
empezaron a desarrollar proyectos de videos y de emisoras de radio locales y
comunitarias contra la hegemonía y las limitaciones de los medios
tradicionales. Estas acciones se vieron beneficiadas con la revolución
provocada por la aparición de los transistores, de los transmisores FM, del
video. A esta etapa pertenecen las radios piratas en el Reino Unido, las radios
libres en Francia, las televisiones comunitarias, las radios y clubes de video
involucrados en la comunicación para el desarrollo, [5] movimientos sociales
que usan las tecnologías apropiadas para llevar a cabo proyectos contra la
crisis de representatividad de los sistemas políticos existentes y que
constituyen una resistencia contra los grandes medios de comunicación. Se trata
de procesos de contra-información y de procesos de comunicación en
interactividad social que realizan las comunidades a partir, por ejemplo, de
radios comunitarias en zonas rurales.
Estos nuevos actores
multiplican los espacios mediáticos y forman redes nacionales, regionales e
internacionales que tarde o temprano harán su aparición sobre el escenario
político mundial, interviniendo en diferentes instancias políticas.
Un emisor origina una idea
que considera valioso transmitir, por lo que la entrega a personas con talento
adecuado para convertirla en un mensaje cuyo contenido, gracias a un productor,
adquiere la forma necesaria para que pueda difundirse al ser reproducido por un
medio de comunicación que lo hace llegar a una audiencia la cual, atendiendo el
mensaje, le asigna un significado.
Dentro de este modelo, el
papel del medio de comunicación consiste en distribuir, transmitir, hacer
llegar el contenido de la comunicación a un público deseado. Para lograrlo,
debe ser capaz de generar una audiencia, captar y mantener su atención para que
el mensaje efectivamente le llegue.
La falta de inversión de
recursos en el desarrollo de contenido editorial se traduce en un medio pobre,
de escaso interés y atendido por una baja audiencia; la falta de promoción de
ese medio y la ausencia de información acerca de las características de la
audiencia que lo atienden se traducen en una anomalía, al no permitirle a los
anunciantes conocer la habilidad del medio para alcanzar esa audiencia.
Los medios no tendrían un
mejor argumento de venta que sus reportes detallados de audiencia; las tarifas
a pagar se fijarían sobre la base de la cantidad y cualidad de esa audiencia,
posiblemente establecidas post facto. Pero lo más importante es que al pensar
en términos de audiencia se empieza por justificar la existencia misma el
medio.
No quiero decir, por
ejemplo, que no se justifica que existan emisoras de radio o televisión con
contenido editorial social, cultural o informativo en oposición a meramente
comercial. Lo que quiero decir es que no se justifica que dichas emisoras no
cuenten con la cantidad y cualidad de audiencia que justifique su existencia.
En otras palabras, no
debemos luchar simplemente porque existan y se les asignen subsidios, provengan
de donde provengan. Debemos luchar porque dichas emisoras desarrollen un
contenido de tal manera atractivo que generen la atención de la audiencia. El
reto es cómo desarrollar ese contenido.
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