martes, 31 de julio de 2012

Antonio Guzmán-Blanco (Caracas, 28 de febrero de 1829 - París, Francia, 28 de julio de 1899), conocido como "El Ilustre Americano",[1] fue un militar, estadista, caudillo, diplomático, abogado y político venezolano, partícipe y general durante la Guerra Federal y presidente del país en tres ocasiones (1870 - 1877, 1879 - 1884, y 1886 - 1887).
Ha sido considerado como el más grande ejemplo o representación del "Autócrata Ilustrado",[2] dada su innegable capacidad para promover el progreso en su país, su extraordinaria preparación y su amplio bagaje cultural, pero siempre manteniendo la plena intención de concentrar el poder en su persona, creando una extraordinaria hegemonía[3] política sobre el país que se extendió durante casi dos décadas.
Pertenecíó a la corriente denominada "«Liberalismo Amarillo»",[4] la cual el mismo desencadena y consolida a lo largo de su hegemonía y que le permitió extender sus influencias políticas hasta los últimos gobiernos pertenecientes a la misma, como lo fueron los de, Juan Pablo Rojas Paúl, Raimundo Andueza Palacios, Joaquín Crespo e Ignacio Andrade,[5] terminando con la caída de este último en 1899, a causa de la Revolución Liberal Restauradora, que le permite a Cipriano Castro ascender al poder.
Su estilo de gobierno aunque en definitiva, autocrático y personalista,[6] se caracterizó también por su increíble efectividad para promover el progreso,[7] atribuyéndosele a su administración el haber, realmente organizado al país, en más de un sentido, siendo muestra los múltiples logros que tuvo su gobierno, inluyéndose la puesta en circulación del Bolívar, la primera moneda nacional, que funcionaba a cabalidad desde el peso español en la época colonial, la urbanización de Caracas, la construcción de una vastedad de edificaciones y estructuras sin precedentes y la organización de la educación en el país, mediante el Decreto de Instrucción Pública.[8]
Además, logró consolidar una paz relativa en el territorio nacional,[9] ello con el pleno objetivo de permanecer en el poder el mayor tiempo posible. Sin embargo, quizá uno de los rasgos de su gestión más recordados y controvertidos sería su confrontación, durante el Septenio, con la Iglesia Católica,[10] con la cual sostuvo diferencias, que lo llevaron a tomar medidas represivas contra sus representantes en Venezuela y derivó en un serie de acciones que buscaron la definitiva separación de la Iglesia y el Estado, tales como la creación del Registro Civil, la confiscación de propiedades eclesiásticas y en última instancia un intento de separar la Iglesia Venezolana del Vaticano, e instituirse como independiente con él como Supremo Líder de la misma.
Fue uno de los políticos, diplomáticos y militares más poderosos de Venezuela durante el Siglo XIX, así como también el más importante caudillo surgido de la Guerra Federal.
Igualmente de él se ha dicho, que era un megalómano[11] desenfrenado en búsqueda constante de alabanza y adoración, algo que indudablemente consiguió[cita requerida], así como también se ha afirmado que era en extremo vengativo, sin embargo se le reconoce por su inteligencia, sus habilidades diplomáticas, políticas, de estratega y militar. Todas estas cualidades que le permitieron alcanzar el poder, ascendiendo rápidamente debido a la Guerra Federal,[12] pasó de ocupar altos cargos en el ejército rebelde, a detentar altos puestos en el gobierno, ocupando en dos ocasiones el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Ministerio de Hacienda, siendo tres veces Ministro Plenipotenciario en Europa, continente de donde recibiría una extensa influencia tanto en lo político como en lo ideológico, siendo Presidente Interino y del Senado, hasta finalmente alcanzar la Presidencia de Venezuela con la Revolución de Abril, la cual detentó durante 14 años oficialmente, mientras que por otros cuatro, los dos gobiernos que tomaron lugar entre sus mandatos fueron controlados por él como Gobiernos Títeres
Es una de las personalidades claves de la Historia de Venezuela, su obra es de las más reconocidas y recordadas, y su legado remarcable, representado en los productos de su ambicioso plan de modernización y construcciones, tales como lo son el Palacio Federal Legislativo, el Teatro Municipal de Caracas o el Panteón Nacional, entre otros, así como también a través de su proceder político, el cual dio inicio a la concepción de Venezuela como Estado Moderno.[13]

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sábado, 21 de julio de 2012

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1 ¿Qué requisitos definen nuestra profesión? ¿Requiero  título universitario para ejercerla en los medios? ¿Habría que excluir de ellos a los propietarios,  en su mayoría no titulados? ¿La ejercemos ilegalmente los comunicadores pasionales como yo, que desde los catorce años publico ininterrumpidamente en medios estudiantiles o nacionales, clandestinos o  legales? ¿Requerirán diploma internecios, blogeros, weberos, twiteros, comunicadores comunitarios, libres y alternativos?
2
¿Cómo se forman nuestros colegas? La Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central no ofrece especializaciones sobre la trama de la comunicación contemporánea: Redacción de guión, Publicidad, Mercadeo, Periodismo digital o Audiovisual, Edición. En cambio mantiene costosos cursillos relámpago que venden títulos de locutor a no profesionales. Institutos privados imparten todavía más costosos postgrados en algunas de esas disciplinas. Lo costoso es la norma.
3
¿Cómo juzgan nuestros comunicadores la profesión? Hace décadas  docentes universitarios redactaron contundentes  críticas sobre nuestros medios, mantenían publicaciones para analizarlos. O los medios actuales son perfectos, o la tinta crítica se ha secado. La deconstrucción mediática ha pasado a outsiders como Mario Silva, Miguel Ángel Pérez Pirela o quien esto escribe. Tampoco es relevante la producción de textos formativos. Escribí hace décadas el Manual de Estilo para un cotidiano. Debí recurrir fundamentalmente a bibliografías foráneas.  El inestimable trabajo de Olga Dragnic sigue siendo la principal referencia para las nuevas generaciones. Desaparecieron gran parte de las revistas sobre la materia. Apenas el jesuítico  Centro Gumilla mantiene Comunicación.
4
¿Cómo trabajan nuestros comunicadores? Encuesta realizada por José María Aguirre reveló un desempleo profesional de 33,3%. Los empleados padecen prácticas de tercerización laboral y de despido periódico para evitar acumulación de prestaciones. Con igual finalidad los patronos les exigen constituirse en personas jurídicas ficticias, que no tienen derechos laborales. O a cobrar con facturas del Seniat para disfrazar una relación laboral como trabajo a destajo. Las remuneraciones son bajas, y las de las colaboraciones free lance, insignificantes. Poco hace por sus agremiados un Colegio de Periodistas que pasó una década sin elegir nuevas directivas, o un Sindicato Nacional de Trabajadores de Prensa que aceptó el despido masivo de medio millar de comunicadores luego del cierre patronal de 2002-2003, y las sucesivas oleadas de cesantías.
5
¿Cuál es la función de nuestros comunicadores? Líderes y partidos políticos opositores se reconocen desacreditados, y sostienen que los comunicadores son los nuevos actores políticos ¿Actores políticos contratados por empresarios? ¿Actores políticos que no son elegidos, ni escogen democráticamente sus dirigencias ni  sus programas, en desacato de la Ley de Partidos Políticos? ¿Actores cuya línea editorial es la aprobada por  propietarios e impuesta por jefes de Redacción? Para 2003 Marcelino Bisbal verificó que apenas dos diarios mantenían un relativo equilibrio informativo. Gremios de comunicadores han publicado remitidos donde separan su posición política de la de la empresa donde trabajan.
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¿Deben los actores políticos autodesignados limitarse a criticar al poder político, lo cual es su derecho mientras lo hagan con veracidad? ¿Son igualmente críticos con las empresas, sus prácticas y sus productos? ¿Tenemos publicaciones como el Consumer´s Report, de Ralph Nader, que defiendan a los consumidores? ¿Columnas o programas que en lugar de enjuiciar a políticos desmonten  ofertas comerciales engañosas,  esquemas de financiamiento usurarios, ganancias exorbitantes? ¿Se ejerce la crítica de los medios desde los propios medios? ¿Se es capaz de ver la viga en el ojo propio antes que la paja en el del vecino? ¿De no confundir el amor con el amo?
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¿Cuál es la relación del comunicador con la ley? ¿Es aceptable el síndrome del motorizado, que se considera por encima de toda regla salvo la solidaridad automática con el infractor? ¿La libertad de expresión incluye la de mentir? ¿La de acusar descaradamente de corrupción administrativa a un menor de once años, fallecido trece años antes? ¿La de inventar muertos que están vivos, y pontificar que el agua contaminada produce Alzheimer? ¿La de publicitar golpes de Estado como artículos de consumo? ¿La de ejercer con desenfado el racismo y la discriminación social? ¿La de asumir todos los poderes sin ser elegido para ninguno, y legislar, ejecutar y sentenciar por cuenta propia? ¿La de violar sistemáticamente la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, acribillando los programas de prohibida publicidad por inserción y por emplazamiento, excediendo todos los límites del espacio publicitario, elevando el volumen durante la emisión de las cuñas? ¿La libertad de mantener un perpetuo final de fotografía entre el cúmulo de infracciones y la incapacidad de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones para proteger al público? ¿La de desacreditarse desacreditando? Son demasiadas preguntas para un día. Quizá el Día del Periodista sea la ocasión para contestarlas, o por lo menos plantearlas.
luisbritto@cantv.net
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Libros de Luis Britto en Internet:
Rajatabla: http://www.monteavila.gob.ve/
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